Luego dijo: "Se lo voy a dar a alguno de ustedes, pero primero permítanme hacerle esto..." Y lo hizo bolita, todo arrugado.
Entonces insistio "¿Quien todavia lo quiere?". Volvieron a subir las manos.
"Bien." Dijo. ¿Y si le hago esto?" Y lo dejó caer al suelo y lo empezó a hollar contra la tierra con su zapato. Al recogerlo, lo mostró al auditorio. Asi, todo arrugado y sucio preguntó:
"Y asi, ¿todavía lo quieren?".
Las manos se mantuvieron arriba.
"Amigos, han aprendido una lección muy valiosa: No importa todo lo que le haya hecho al billete, ustedes como quiera lo querían porque su valor no habia cambiado. Seguia valiendo los mismos 20 dolares."
Muchas veces en nuestras vidas caemos, nos arrugamos, o nos revolcamos en la tierra por las decisiones que tomamos y por las circunstancias que nos rodean. Llegamos a sentir que no valemos nada. Pero no importa lo que hayamos pasado o cuanto pueda ocurrirnos, nunca perdemos el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Sucios o limpios, abatidos o finalmente alienados, para El somos invaluables.
Reflexión: El valor de nuestras vidas no procede de quienes somos o de lo que hacemos, sino de a QUIEN pertenecemos.
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